Diario minúsculo de un hombre común

 Diario minúsculo de un hombre común

Viernes – Yo en tercera persona.

Mientras escucho los espectaculares acordes de bajo con “delay” tocados por Justin Chancellor en Pneuma me veo a mi escribiendo una pequeña reflexión. No sé por qué en momentos complejos tiendo a sobre pensar las cosas, como el bajo en cuestión, en lugar de pensar en una sola línea pienso en varias simultaneas formando un acorde de pensamiento, y en lugar de dejar el pensamiento claro, o al menos ese conjunto de pensamientos simultáneos colocados en un punto fijo, este grupo de ideas tiene una especie de eco que se entrelaza con las posteriores, combinándose cual delay. Me veo dudoso, casi podría decir que sufro en mi primera persona, si no fuera porque, en el fondo, disfruto verme así. Claro ese gozo es solo desde yo en tercera persona, el observador. De pronto la guitarra de Adam Jones y la batería de Danny Carey me sorprenden, el pensamiento se hace lineal y tengo que regresar a mí en primera persona otra vez. Pero sé que la aventura continuará…

 

Domingo - Femenino

Mi relación con lo femenino es constante, ligeramente demandante y llena de aventuras. Despierto sobresaltado porque mi gata, que dormía plácidamente en mis brazos, ha decidido que es la hora del desayuno. Mientras me despabilo, mi perrita, que ya se percató que el ritual ha comenzado, hace un pequeño sonido entre bostezo y queja en tono agudo. El reto es lograr evitar que suba de volumen, lo que sucederá de forma natural en poco tiempo. Hay que apurar la marcha para no despertar a la demás “concurrencia”. Salgo rápidamente de la cama, camino rápidamente hacia el baño despojándome de la playera y los pantalones del pijama. De regreso del baño tomo una playera limpia y camino velozmente hasta el mueble donde dejé mis shorts. Me los pongo de un brinco, en el que evito milagrosamente pegar de frente con la cama mientras pongo rodilla en tierra. Me sale bien la pose de Avengers cuando la practico de forma involuntaria. En mis cabales nunca lo lograría. Salgo precipitadamente del cuarto seguido por la gata para abrirle la puerta a la perra, que me sigue brincando y entorpeciendo mi marcha. Ya en la cocina pongo el café y, en lo que está listo, doy el desayuno a la una, le abro la puerta del patio a la otra. Espero pacientemente a que el café esté, sirvo dos tazas y regreso a la recamará para despertar, o al menos intentarlo, a mi esposa. Por hoy ese reto de satisfacción matutina a las féminas con las que convivo se ha cumplido, ahora a ver la F1.

 

Miércoles - Soledad, reflexión y un poco de tristeza

— ¿puedes?

— Si claro

— ¿hoy mismo?

— Si, ¿a qué hora?

— Te aviso en un momento

— …

— …

— Sigo al pendiente

— Si, un momento

— …

—Bueno, te aviso mañana

— … tic, toc, tic, toc

 

Domingo  - El día de las carreras

Las carreras de Formula 1 son una verdadera fascinación para mí. El día de la carrera suelo tener tres pantallas, una para ver la telemetría, una para ver las cámaras “on board” y la principal para ver la carrera. Para mí son un espectáculo totalmente representativo de la humanidad actual: una contienda desigual de superpotencias, en donde el talento es clave, pero no lo es todo. También se necesita dinero, suerte y dominio. En donde las sorpresas se dan, pero generalmente de manera injusta para “el respetable”, y, cumpliendo las reglas de la probabilidad, la ruleta se inclina por el poderoso la mayoría de las veces. Se ponen grandes recursos al servicio de la batalla de unos pocos, que arriesgan incluso su vida, para que el mundo civilizado los vea, les grite, los siga, los analice, los cuestione, los critique, los aplauda, los envidie y, después, continúe con su normal e intrascendente vida, mientras la intrascendente batalla se postergue por una o dos semanas. ¿Qué haríamos sin eso?

 

Martes – El héroe de los paseos

Cual Quijote y Sancho buscan establecer el dominio del honor caballeresco en la comarca, mi hijo y yo nos disponemos a conquistar la cuadra con nuestra fiera canina, hoy, como cada tarde. Bueno, la verdad es que resultamos una pandilla muy particular. La fiera suele traer el rabo entre las patas y trajina con un andar más bien nervioso y zigzagueante. El heredero anda cuidadoso con su báculo, más pendiente de evitar el tropezón que de afrontar la aventura. Y el líder de la camarilla, o sea yo, anda entre arreando a la perrita nerviosa, cuidando al vástago y calmando el estrépito de recibir un sorpresivo ladrido desde adentro de cada tercera casa; algún día conquistaremos algo.

 

Viernes – Confianza y desconfianza

Una parte del mundo cree en ti, como los bancos, por eso te prestan dinero. O como tu familia que cree que estas a un paso del éxito rotundo. Pero otra parte no cree tanto, como los bancos, que quieren que les pagues cuanto antes. O tu familia que ve en ti el fracaso inminente y se aprestan a conmiserarse. Y tú, héroe involuntario de esta historia estas en medio entre esos dos flancos.

 

Domingo - La sombra (dopaje y asesinatos)

Hoy nuestro cansado caballero, no muy andante ya, a estas alturas de la semana, decidió que era necesario una reflexiva pausa en sus aventuras para ver, a través del internet, las aventuras de otros. Hoy los sucesos versaron sobre escándalos de dopaje, siempre morbosos y series documentales de asesinatos, siempre educativas. De estas destaca una serie de un caso de la vida real impresionante a mas no poder. Una mujer rica es asesinada en su baño, que está en su lujosa casa, que a su vez está en su prestigioso y exclusivo vecindario. Evidentemente de primera mano nadie fue. Pero todos actúan como si hubieran sido, protegiendo al “otro” que nadie tiene muy claro quién es, hasta que se dan cuenta que ese otro que ellos suponían “otro” no era el “otro”. Y por eso ese “otro”, pues resultó ser otro diferente al “otro” que cada uno pensó. Así que, cuando se percataron de que al “otro” que andaban cuidando no era el “otro”, el asesino, que resultó ser seguramente otro, que no el que pensaban, ya se desapareció. Esos riquillos y su consciencia siempre tranquila.

 

Jueves – Pandemia y Auto cinema

Meses, muchos meses han pasado desde la última vez que salimos de la casa para hacer alguna actividad recreativa familiar. Y si bien mi ermitaña adaptabilidad al encierro demostró ser superior a la de un anacoreta, este superpoder no lo comparte mi familia. Así que allá vamos. Una nueva aventura nos espera: el auto cinema. Y pues, disfruté dos horas sentado frente al volante, situación por demás normal en la CDMX, ninguna novedad. Durante ese periodo, vimos una película de acción espectacular que simulaba los truenos y relámpagos de una tormenta eléctrica, principalmente por el desfase entre la imagen y el sonido. Comimos galletas y ensuciamos el asiento, que, en este caso, solidariamente lo tuvimos que limpiar nosotros mismos. Fuimos al baño en una práctica cabina portátil. E hicimos un buen tráfico poco sociable para salir. En fin, mis conclusiones son: mi vida ascética no está tan mal. Tener un carro híbrido es muy bueno para el tráfico, pero muy incómodo para el auto cinema. Y al final soy feliz, porque mi hijo es feliz.

 

Sábado – El triunfo de la mejor

Insisto en considerarme devoto amante de la femineidad. Y bueno, también de los golpes. Así que hay pocas mezclas más afortunadas para mí que las artes marciales mixtas de mujeres. Donde dos atletas devotas del entrenamiento extenuante, de la disciplina alimenticia, de la agenda imperdonable y de provocar y sentir dolor físico inimaginable, es decir, lo opuesto a mí, se enfrentan en una riña sin cuartel. Un duelo donde suele haber sangre y lesiones. Y donde después de unos minutos hay una que levanta la mano con el triunfo, pero dos que se respetan mutuamente por haber peleado con honor, haber dedicado su vida de los últimos meses a la preparación y haber dejado el pellejo, literalmente, en el tatami. Y también hay una horda que celebramos efusivamente la justa entre aquellas a quienes admiramos. Y hoy ganó la mejor: Irene.

 

Domingo – Silencio en la línea

¿Le digo? No mejor no. Aunque si le digo igual puedo conseguirlo. Pero, igual me mandan por un … Bueno podría intentarlo, bien dicen que más se perdió en la guerra. Claro, necesito una estrategia para abordar el tema. Podría comenzar con un habitual ¿qué tal? No, demasiado previsible. Hola, fíjate que tengo algo importante que comentarte. No, eso rima espantosamente, además de que me pongo el reflector encima, y tiene que salir casual, casi como si no quisiera decirlo. Podríamos tratar como rompe hielo el tradicional ¿qué me cuentas? ¡no! ¿qué tal que si me cuenta? Ya valor, más vale una colorada…

—Hola

—Hola, ¿Cómo estás?

—Bien ¿y tú?

—No

—…

 

Miércoles – … en la trinchera

La batalla era encarnizada, balazos desde una trinchera, balazos desde la otra. Se trataba de no dar tregua, no permitir que el adversario avanzara y forzarlo a que medraran sus capacidades psicológicas al no sentir pausa en la refriega; de manera que nadie pudiera salir de su propia trinchera. Así que la batalla realmente era para ver quien tenía más parque. Mientras que la falta de provisiones hace estragos en las filas, el hambre se siente profundamente y debilita a la tropa. La condición insalubre mata más por infección que las propias balas enemigas. Un valiente soldado sale de su trinchera tratando de capturar una posición enemiga donde hay una ametralladora, seguro de que el enemigo tiene más entusiasmo que tino, solo para darse cuenta de que su bando está en las mismas condiciones, tanto del entusiasmo como del tino, por lo que recibe un desafortunado, pero certero y mortal tiro en la espalda desde su trinchera. Y es así como nuestro héroe termina con las manos mojadas de jabón lava trastes para comenzar a enjuagar los sartenes, escuchando valientemente un audiolibro sobre la primera guerra mundial.

 

Paco Alegría

 

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